No creo que poeta alguno se sienta atraído por esta palabra y menos para utilizarla en alguna de sus creaciones. Autótrofo es insonoro, hueco, para nada elegante y más bien parece agresivo. Para algunos puede parecer hasta el nombre de una banda criminal… la banda «Los autótrofos». Pero nada de esto, los autótrofos son una de las grandes maravillas de la naturaleza y clave de la Madre Tierra para poder llenar sus enormes recintos acuáticos, aéreos  y terrestres de una gran diversidad vital.

Autótrofo es un vocablo compuesto que  viene del griego: “auto” significa mismo, por sí mismo, y “trophe”, nutrición. En este caso, nutrición o alimentación realizada por uno mismo, sin necesidad de depredar a otros seres vivos.

Los autótrofos son los seres más habilidosos que existen en el planeta porque pueden sostenerse a sí mismos sin necesidad de “comerse” a otros para sobrevivir.

Las plantas pertenecen a este grupo y brindan sus pastos a los herbívoros o su material vegetal a peces y otros pobladores de mares, lagos y ríos. Hasta las aves se aprovechan de sus semillas para poder subsistir y las abejas de sus flores para elaborar sus mieles. Así que todo el reino animal se nutre de la cadena alimentaria iniciada por los autótrofos y de su producto final, las propias plantas.

¿Cómo las elaboran? Esto parece el nombre de uno de esos programas de la tele que se dedican a explicar cómo se fabrican los productos. Y es que los autótrofos son auténticas fábricas que elaboran sus nutrientes a partir de la fotosíntesis, proceso que nos enseñan desde cuarto grado, pero que la mayoría olvida en el quinto. Por suerte, la fotosíntesis se vuelve a explicar en la biología de bachillerato pero que también escapa de la memoria de muchos, unos meses después.

La fotosíntesis la practican nuestros amigos los árboles y miles de especies del reino vegetal, los hongos y algunos tipos de algas y bacterias que hacen vida en los océanos. En un cuasi acto de magia, en el que casi de la nada, de materia inorgánica se obtiene materia orgánica. Esto lo realizan las plantas mediante un complejo proceso físico-químico, a través de la energía aportada por la luz solar.

Ah! Y dónde dejamos a las clorofilas, (en plural, porque hay varios tipos, pero nombrarlas ya sería meternos en aguas más hondas, lo cual no es propósito de este artículo). La clorofila es el pigmento que origina las infinitas tonalidades verdes que visten al mundo vegetal, y es responsable, nada menos que del proceso de transformación de la energía lumínica en energía química, durante la fotosíntesis.

Como si fuera poco, el proceso de la fotosíntesis, además de proporcionar la vida en el planeta, tiene una función reguladora del efecto invernadero, ya que entre todos los organismos fotosintéticos, marítimos y terrestres, fijan “en forma de materia orgánica en torno a 100.000 millones de toneladas de carbono al año.” (Wikipedia).

En resumen, los autótrofos sintetizan todo lo que necesitan para su alimentación y metabolismo, un proceso complejo, fundamental para la vida en la Tierra, iniciadora de la cadena trófica o alimentaria. Sin ella no pudieran existir los herbívoros, los carnívoros ni los descomponedores. En pocas palabras, sin la fotosíntesis no habría vida en la Tierra tal como la conocemos, un privilegio de nosotros los Homo sapiens y de todas las otras especies. Los humanos, que somos los únicos pensantes de esta comunidad global, pocas veces reflexionamos sobre el privilegio de vivir en un planeta como este.

Sandor Alejandro Gerendas-Kiss