Las nuevas tecnologías permiten la construcción de largos gasoductos a gran velocidad

Publicado en enero 2019. Revisado en diciembre 2019

(En estos días el gasoducto Nord Stream-2 es noticia mundial debido a que el Congreso de Estados Unidos ha aprobado sanciones relacionadas con el gasoducto ruso que llevará gas natural a Alemania, como ya lo está haciendo su gemelo Nord-Stream. En beneficio de nuestros lectores hemos decidido publicarlo de nuevo)

Varias veces hemos dicho que no hay que atender lo que dicen los países durante los 15 días que se extienden las Conferencias para el Cambio Climático (COP), sino lo que hacen durante el resto del año. En este análisis pondremos el foco sobre lo que están haciendo los europeos en materia del gas natural.

El gas natural es un hidrocarburo de origen fósil, contribuyente al efecto invernadero. Su principal y casi único componente es el metano. Este gas se encuentra presente en la atmósfera en una proporción que, aunque es 220 veces menor que la del dióxido de carbono, su potencial de calentamiento global es 23 veces superior.

Es de interés de este estudio analizar cinco gasoductos europeos con poco tiempo en servicio, en construcción o en etapa de proyección o discusión. Estos mega-sistemas tienen capacidad para transportar miles de millones de metros cúbicos de gas al año hacia el continente europeo.

Las inversiones necesarias para construir estos gasoductos son milmillonarias. Por otro lado, queda poco tiempo para comenzar a desmontar las emisiones de gases de efecto invernadero para cumplir con el Acuerdo de París. Es difícil creer que los países involucrados tengan la disposición de perder los grandes capitales que han puesto y pondrán en juego en los próximos años.

Asimismo, es arduo pensar que los países que ganan dinero por permitir pasar los tubos por su territorio estén dispuestos fácilmente a dejar de percibir estas rentas. Después, están aquellos que a su vez son redistribuidores de gas a otros países, mediante los cuales obtienen buenas ganancias.

Europa es un gigantesco consumidor de gas natural, un gaso-dependiente, y hace lo que sea para garantizar su seguridad energética, en una buena parte mediante el gas que recibe de Rusia.

Rusia es un proveedor de vieja data de gas natural de Europa, cuya historia se remonta a la época de la Unión Soviética, desde mediados de la década de 1980.  En aquellos tiempos se terminó de construir el gasoducto siberiano que, tras recorrer casi cinco mil kilómetros, desembocaba en Alemania. Los negocios entre Berlín y Moscú acumulan un largo historial, al igual que el suministro de gas ruso a Europa.

Alemania está interesada en aumentar las importaciones de gas ruso en los próximos años, debido a su decisión de desmantelar todas sus centrales nucleares antes de 2021, además de cerrar sus minas de carbón. Estas dos decisiones harán que a partir de 2021 las necesidades energéticas alemanas aumenten su dependencia del gas ruso a 51%.

A continuación, los más importantes ductos de gas natural de Europa:

Nord Stream

Su primer ramal fue inaugurado en noviembre de 2011 por la canciller alemana Angela Merkel y el presidente ruso, Dimitri Medvédev. El segundo ramal comenzó a construirse en mayo de 2011 y el transporte de gas se inició en octubre de 2012. La capacidad de este sistema del norte europeo supera los 55.000 millones de metros cúbicos de gas al año.

Ambos ramales corren lado a lado a través de 1.224 kilómetros de tuberías submarinas, por el lecho del mar Báltico. El costo de la mayor infraestructura energética de Europa, hasta entonces, fue de 7.300 millones de euros. La gigante energética rusa Gazprom es la propietaria del 51% de Nord Stream.

Nord Stream-2

Este gasoducto se encuentra actualmente en construcción. En su mayor parte transcurrirá paralelo al Nord Strem, es decir, desde Rusia al norte de Alemania por el fondo del mar Báltico. Al igual que su gemelo, transportará 55 mil millones de metros cúbicos de gas por año, cantidad que pudiera duplicarse hasta los 110.000 millones de metros cúbicos. El primer ramal estará terminado para finales de 2019 y el segundo para finales de 2020, justo cuando entre en vigor el Acuerdo de París. El costo total de la obra será de 10 mil millones de euros. Parte de los gases será distribuido por Alemania a otros países europeos.

Turk Stream

El Turk Stream es el gasoducto del sur, que sustituye al South Stream, cancelado debido a algunas controversias. Con un costo de 7.000 millones de euros y más de 900 kilómetros, dispondrá de dos tuberías paralelas a semejanza de sus pares del norte. Entrará en funciones en 2019 y su capacidad total será de 35 mil millones de metros cúbicos anuales de gas. Partirá desde Rusia y su ruta será el lecho del mar Negro. Uno de los ramales surtirá a Turquía y el otro se dividirá en dos ductos que irán a Grecia y a Bulgaria. Este país anunció que construirá un nuevo gasoducto de casi 500 kilómetros que conectará con el Turk Stream. Italia también ha mostrado interés por adquirir parte de este combustible.

El gasoducto israelí

El proyecto Israelí, compartido con Chipre y Grecia, supondrá una inversión de 7.000 millones de euros. Conectará las reservas de gas en el mediterráneo oriental con el continente europeo. Será formalizado a principios de 2019. Se trata del gasoducto submarino más profundo y largo del mundo con 2.000 kilómetros de longitud. La construcción tardará unos seis o siete años. El proyecto está enmarcado dentro de la política de diversificación de la Unión Europea, ampliamente dependiente de Rusia.

¿Nord Stream-3?

El anuncio de este gasoducto parece solo un globo de ensayo para calibrar opiniones. Fue lanzado por el vicepresidente de Gazprom. Quizás esté basado en proyecciones que indican una drástica disminución de la producción gasífera europea.

“Según los expertos del Instituto de estudios energéticos de Oxford, para el año 2020 la extracción de gas en la UE bajará desde 256.000 millones hasta 212.000 millones de metros cúbicos por año, y para 2030 —hasta 146.000 millones de metros cúbicos…”.

Conclusiones

A primera vista parece sombrío el panorama descrito en este artículo. Pero si lo analizamos con detenimiento, y entramos en conocimiento de algunas informaciones adicionales, las cuales daremos a continuación, se podrá apreciar que la situación no es tan oscura como parece.

En primer lugar, se debe resaltar que el gobierno de Holanda decidió reducir la extracción de gas a partir de 2022 y detenerla en 2030 para cumplir con los acuerdos climáticos. Noruega, el segundo exportador de gas europeo, por la misma razón producirá menos cantidad en el futuro. Al disminuir drásticamente la producción de combustibles fósiles ambos países están decididos a migrar hacia sistemas energéticos limpios. Estas son buenas noticias y un excelente ejemplo para los demás países europeos y el mundo.

También es una buena nueva la decisión de Alemania de cerrar sus centrales nucleares para 2021. A raíz del accidente de Fukushima, en 2011, la canciller Ángela Merkel ordenó el cierre de las 17 plantas del país, las cuales han sido desconectadas en gran parte.

Lo mismo ha sucedido con el carbón, del cual Alemania era el cuarto productor mundial, según informaba Mundo Minero el 12-11-2014. A pesar de ello, el país germano acaba de cerrar su última mina, tal como titulaba DW, el 21-12-2018: “Alemania se despide de la minería del carbón tras 200 años”. Y luego informaba: “Alemania vive este viernes el punto final a la minería del carbón con un acto de clausura en la mina Prosper-Haniel de la localidad de Bottrop, en el que los mineros entregarán simbólicamente la última pieza de hulla al presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier”.

Es justo reconocer que no es sencillo tomar estas mega-decisiones y menos prescindir de dos importantes fuentes generadoras de energía en apenas una década.

Esto explica los grandes volúmenes de gas natural que están importando los germanos. Obviamente lo hacen para tapar los huecos energéticos dejados tras ambos cierres. Pero, por los antecedentes que vimos, podemos inferir su voluntad de transitar la ruta hacia una sociedad más responsable con su medioambiente. Cabría esperar entonces que el aumento del uso del gas natural sería transitorio, mientras logre migrar toda su economía a las energías limpias.

Pasar de las energías viejas a las nuevas no es como cambiar de canal del TV. Se requiere de mucha estrategia, logística y voluntad. Alemania ha dado claras señales de poder lidiar con los tres. Parece que quiere convertirse en uno de los primeros países verdes. Siendo la nación locomotora de la economía europea apostemos a que otros países sigan su ejemplo.

Sandor Alejandro Gerendas-Kiss