Mientras la mayoría de la humanidad festejaba el advenimiento del tercer milenio, muy pocos vecinos de este privilegiado planeta azul cayeron en cuenta de que cercano a esa fecha, en apenas cien años, había ocurrido una doble duplicación de la población mundial. A comienzos de los 1900 ésta comprendía a unos 1.600 millones de seres, pero esta cantidad, a pesar de las dos guerras mundiales y la gran depresión, ya casi se duplicaba para 1960, año en que la población rondaba los 3.000 millones de personas. Finalizando el siglo ya éramos 6.000 millones y para  inicios de 2013 se proyectan otros 1.000 millones adicionales para llegar a los 7.000 millones de habitantes. Según datos que tenemos a mano, esta era la situación para los últimos quinientos años:

AÑO POBLACIÓN AÑO POBLACIÓN
1500 460 MM 1900 1.600 MM
1600 500 MM 1960 3.000 MM
1700 600 MM 2000 6.000 MM
1800   950 MM  2012-13 * 7.000 MM

*Proyección

El incremento poblacional del s. XX fue algo inédito en la historia de la demográfica mundial, puesto que en ninguna otra época, al menos en los últimos mil años, había ocurrido algo semejante como la casi cuadruplicación de seres humanos sobre la Tierra. Como puede observarse en la tabla anterior, es un incremento extraordinario, anormal, si la comparamos con otras épocas. Este ensanchamiento poblacional fue provocado por varios agentes externos y se ha prolongado durante cierto tiempo. Si aceptamos estas cualidades, presuntamente estamos ante una de nuestras cuatro burbujas, tal como las hemos definido en la entrega (I) del presente trabajo. Según nuestra hipótesis, las cuatro burbujas juntas conforman un sistema y por ende, ninguna es independiente de las otras.

En otro orden de ideas, no es difícil imaginar el impacto que representa la irrupción de 4.400 millones de nuevos individuos en el s. XX, que se sumaron a los 1.600 millones ya existentes. Más dramático aún es observar que desde comienzos del s. XVIII hasta finales del s. XX la población se multiplicó por diez, pasando de  600 millones a 6.000 millones de personas. En el año 2000 había que alimentar, vestir, calzar, proporcionar asistencia sanitaria, alojar, transportar, dar trabajo y remunerar a diez veces más individuos que en 1700. Por otra parte, se requerían diez veces más tierras de cultivo y de pastoreo que apenas trescientos años antes, al menos en teoría, puesto que en la práctica, con la introducción del cultivo científico esta proporción se redujo significativamente. Otra observación es que 3.000 millones de los nuevos habitantes apenas arribaron en las últimas cuatro décadas del siglo pasado. Sólo se necesitaron cuarenta años, menos de dos generaciones, para agregar la misma cantidad de gente que se había acumulado en los cuarenta mil años precedentes, desde la aparición en Europa de nuestro ancestro directo, el homo sapiens sapiens. Ya desde el s. XIX se comenzó a hablar de sociedad de masas. Con la migración desde el campo, las antiguas urbes se convirtieron en mega-ciudades, muchas de ellas mal preparadas para recibir a tan gigantescas riadas de gentes, ni para incrementar sus densidades poblacionales tan aceleradamente, creciendo de manera anárquica y trayendo problemas de toda índole como consecuencia de la aglomeración y el hacinamiento urbano, con poblaciones de diez, quince, veinte y hasta treinta millones de vecinos.

¿Cuáles fueron los factores que posibilitaron el fantástico crecimiento demográfico del siglo XX?

Indudablemente influyeron varios hechos, como la Revolución Industrial en Inglaterra; la revolución agroalimentaria en los Estados Unidos y la revolución de la medicina. Respecto a ésta, pocas personas se detienen a pensar cómo era la vida antes de las invenciones de las vacunas, los antibióticos y tantos otros adelantos de la medicina. Las bacterias apenas fueron descubiertas en 1861, cuando Luis Pasteur realizaba experimentos con la fermentación. A partir de entonces tomaría fuerza la bacteriología, que ya no tardaría en hacer formidables avances en beneficio de la humanidad. Antes de ello era más alta la posibilidad de morir de alguna infección, gripe u otra enfermedad que llegar a viejo. Antes del s. XX no era raro ver mujeres que debían parir siete u ocho hijos para ver a tan sólo uno o dos alcanzar la edad adulta.

Un apartado especial merece la historia de la tuberculosis, el padecimiento más mortal e irreductible de todos los tiempos. Ya Hipócrates habla de la phitysis, que luego deriva en tisis, “la enfermedad más frecuente de la época”. Galeno la define “ulceración de los pulmones, tórax o garganta, acompañado por tos, fiebre, y consunción del cuerpo por el pus”. El caso más antiguo data de 5.000 años a.C. Durante los s. XVII y XVIII, 25 de cada cien adultos fallecen por causa de la plaga blanca. El 24 de marzo de 1882 una noticia le da la vuelta al mundo: Roberto Koch anuncia que ha descubierto la bacteria que produce la tuberculosis, el bacilo de Koch o Mycobacterium tuberculosis. En 1890, el propio Koch descubre la tuberculina, un importante avance en el diagnóstico del mal. En 1921 Albert Calmette y Camille Guérin, con increíble paciencia y dedicación, a partir de una cepa que sub cultivan cada tres semanas, durante trece años y 231 pases, obtienen la BCG o vacuna contra la tuberculosis. En enero de 1944 se produce el tercer hito en el combate del milenario padecimiento: el microbiólogo Selman Abraham Waksman, aísla la estreptomicina, antibiótico que resulta muy efectivo para combatir la tuberculosis. Waksman, además es quien acuña la palabra antibiótico. En 1981 sucede lo inimaginable: aparece una nueva y terrible enfermedad: el SIDA, cuya principal característica es debilitar el sistema inmunológico de los infectados. Ello proporciona la condición ideal para el rebrote de enfermedades infecciosas con sólidas probabilidades de erradicarse, entre ellas la tuberculosis que, además de resurgir, complica su tratamiento.

En la segunda mitad del s. XIX se inició la era de las vacunaciones. En menos de 120 años surgieron 24 vacunas, una cada cinco años en promedio. Entre 1879 y 1899 se desarrollaron las defensas contra el ántrax, la rabia, el tétanos, la difteria y la peste. En la primera mitad del s. XX se crearon las de tosferina, tuberculosis, fiebre amarilla, tifus y gripe. En la segunda mitad, la de poliomielitis, encefalitis japonesa, oral para la poliomielitis, sarampión, paperas, rubeola, varicela, neumonía, meningitis, hepatitis B,haemophilus influenzae, hepatitis A y enfermedad de Lyme. Pero ya antes, en 1796, Edward Jenner llevó a efecto su célebre experimento con linfa de viruela vacuna, en una fascinante historia que hunde sus raíces en las ancestrales China e India, hace 2500 años.

En la década de 1940 Fleming aísla la sustancia clave de la inhibición bacteriana y la denomina penicilina, que demuestra ser exitosa en el tratamiento de males milenarios, como la neumonía, la sífilis y otras enfermedades de transmisión sexual, así como también la difteria, la fiebre recurrente y muchos otros síndromes de origen bacteriano, iniciándose la era de los antibióticos.

También es de destacar la creación de los hospitales, las anestesias, la higiene en los partos, los rayos X, la información y profilaxis, la farmacopea, las especializaciones, las nuevas técnicas de cirugía y traumatología, el psicoanálisis, los sofisticados equipos e instrumentos de diagnosis y tratamiento, las vitaminas, el desentrañamiento del ADN, la medicina preventiva, la lucha anti epidemiológica, las técnicas de células madres y muchos otros avances en el área de la salud.

Todos estos factores jugaron un papel decisivo en la prolongación de la expectativa de vida de cientos de millones de seres humanos. Cada uno ha contribuido a evitar muertes prematuras, aumentando la población. La humanidad asiste a la colosal revolución de la medicina que ha derrotado a las más graves patologías, aquellas que habían tenido en jaque al mundo desde los más antiguos tiempos, abriéndose una inmensa puerta para la disminución de la mortandad, contribuyendo significativamente a la formación de la burbuja de la población.

Son buenas noticias para nosotros los humanos, pero no tan buenas para las demás especies, puesto que somos sus más feroces depredadores. Si la burbuja continua inflándose será a costa de ellos y del planeta mismo, que ha tardado cientos de millones de años en tejer pacientemente esa hermosa alfombra llamada biósfera, sistema formado por el conjunto de seres vivos y el medio físico que los rodea, espacio dentro del cual se desarrolla la vida en nuestro amable planeta Tierra, pero que estamos empeñados en destruir.

Sandor Alejandro Gerendas-Kiss