Al emplear energía limpia en vez de combustible de origen fósil, el auto eléctrico es la herramienta más eficaz para cumplir con el principal objetivo del Acuerdo de París, como es limitar el incremento del calentamiento global a 2°C, a partir de su nivel preindustrial. Para ello, el trascendental documento señala que se debe disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) hasta su total supresión. En la medida que se incorpore una mayor cantidad de autos eléctricos al tráfico del planeta, el calentamiento global irá mitigando, al igual que el cambio climático, puesto que la emisión de GEI se debe en gran parte al tránsito automotor. Además, el auto eléctrico no produce contaminación ambiental ni sónica, lo cual eliminará el humo o smog de las grandes ciudades y el ruido en los sitios poblados en las cercanías de las autopistas. Por todo ello el coche enchufable está llamado a contribuir al desarrollo sostenible y al concepto de ciudades verdes. Si logramos sustituir los autos tradicionales por coches eléctricos habremos ganado una importante batalla a favor de la vida en la Tierra.

Un automóvil eléctrico es un vehículo impulsado por un motor que utiliza energía eléctrica almacenada en una batería recargable. Básicamente está compuesto por un motor eléctrico, un controlador y una batería. Al encender el automóvil la corriente pasa de la batería al controlador, encargado de transferir la energía eléctrica al motor, el cual la transforma en energía mecánica para mover el auto. El controlador se encarga a su vez de suministrar la potencia al motor. Los potenciómetros variables están conectados entre el acelerador y el controlador, y le indican cuánta energía debe entregar de acuerdo con la presión que el conductor le imprima al acelerador. Cuando se suelta el pedal el requerimiento de energía es cero y en consecuencia el auto se detiene. Cuando el acelerador está presionado hasta el fondo, proporciona la salida máxima al auto. Una ventaja adicional es que su mantenimiento es más económico que el de los vehículos de motor de combustión interna.

Los autos eléctricos son casi idénticos a un coche convencional en cuanto a su aspecto externo, del cual apenas se diferencian por no tener tubo de escape. Pero, en su mecánica y funcionamiento sí son muy distintos. En su gran mayoría no tienen caja de cambios ni embragues y parten de cero revoluciones. Tampoco usan bujías, inyectores, filtros de gasolina y otras piezas. Los autos eléctricos poseen un alto rendimiento en la transformación de la energía eléctrica en energía mecánica, comparado con el rendimiento de los automóviles movidos a gasolina.

Los paquetes de baterías, por lo general son de ion-litio, están debajo del vehículo y, a veces en el maletero. Se utilizan, además de entregar energía al motor, para el funcionamiento del limpiaparabrisas y las luces y otras salidas eléctricas en el interior del auto. A parte del motor y el funcionamiento del coche enchufable es bastante similar a los autos de combustión interna, como el aire acondicionado, los frenos, los sistemas de transmisión y los airbags.

El auto eléctrico es el llamado a sustituir a los automóviles tradicionales y ganar la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, según las noticias que vamos teniendo a la mano, se vislumbra lo que hemos denominado una “colisión de constelaciones”, un conflicto entre los partidarios de combustibles fósiles y quienes luchamos contra el cambio climático. El futuro del auto eléctrico parece imparable, como lo han declarado casi todos los fabricantes y lo han demostrado con la creciente producción de unidades eléctricas. También es obligatorio considerar la actitud de muchos países, proclives con sus proyectos y acciones a vencer los actuales patrones de consumo energéticos y avanzar hacia las energías limpias.

Pero, por otra parte, las noticias sobre nuevas exploraciones y hallazgos de grandes yacimientos de hidrocarburos no son nada alentadoras. También existe el peligro del levantamiento de prohibiciones sobre zonas protegidas, para extraer gas o petróleo. No obstante, la mayor amenaza es la práctica del fracking o fracturación hidráulica, una tecnología no convencional utilizada para liberar hidrocarburos enquistados en rocas de muy baja porosidad, en enormes yacimientos a profundidades de hasta tres y más kilómetros. El fracking se utiliza para extraer shale gas y shale oil del subsuelo. Ambos son iguales a sus pares convencionales como el gas natural y el petróleo. En la última década, especialmente en Estados Unidos, las técnicas combinadas de perforación profunda vertical-horizontal y estimulación mediante fracking han evolucionado en forma intensiva, convirtiéndose la extracción del petróleo y el gas en una solución a la dependencia del petróleo importado, impulsando la quema de combustibles fósiles. También hay varias decenas de países que poseen reservas de shale gas y shale oil bajo sus suelos. Algunos pudieran estar tentados a extraerlos, lo cual conduciría a inundar el mercado de petróleo, todo lo contrario a lo que hasta ahora se pensaba, basado en el progresivo agotamiento de los yacimientos convencionales. Esto, a su vez, pudiera llevar a una importante caída en los precios del crudo y poner en peligro la viabilidad del auto eléctrico.

El 2020 es el año al que tenemos que ponerle la vista encima. Será cuando podamos comenzar a despejar las incógnitas aquí presupuestas, cuando entre en vigor el Acuerdo de Paris. En ese escenario se sabrá quién es quién, al momento de seguir adelante con los acuerdos firmados y tener que desembolsar los primeros cien mil millones de dólares para el Fondo Verde del Clima. En ese momento saldrán a la luz las contradicciones entre lo que ya está acordado y lo que realmente se hará. Hay mucho dinero en juego y, por ello, no es difícil anticipar que algunos jugadores no querrán abandonar sus inversiones hechas en hidrocarburos. Esa es la colisión de constelaciones mencionada más arriba, una película de suspenso que esperamos termine con un final feliz.

Sandor Alejandro Gerendas-Kiss