Revisado en septiembre 2011

Hoy lunes 7 de diciembre de 2009 se ha iniciado la tan esperada Cumbre sobre cambio climático de nuestro planeta Tierra, auspiciada por la ONU, supuesta a comprometer a los países a cuotas de disminución de dióxido de carbono y sustituir al Protocolo de Kioto, que vence en 2012. La mala noticia es que Estados Unidos y China, los dos mayores emisores de gases invernadero, ya semanas atrás han anunciado que en esta oportunidad no suscribirán un tratado jurídico vinculante. La India se unió a ellos hace pocos días.

Los 180 países que están presentes en Copenhague deberían hacer escuchar sus voces y presionar para que se logren compromisos audaces para el año entrante. Si ello pudiera alcanzarse, esta sería la buena noticia y la Cumbre concluiría con un balance favorable. Es la tarea a la que deberían enfocarse ustedes, los presidentes o altos funcionarios de los gobiernos, a quienes va dirigido este mensaje.

Hay un sector del mundo científico que atribuye a las actividades humanas el calentamiento global y manifiestan preocupaciones graves sobre el futuro del planeta, incluyendo la extinción de nuestra especie. Otros, los denominados negacionistas, ni siquiera reconocen que tal fenómeno existe y afirma que nada va a pasar. A los que están en el primer grupo llamaremos “afirmacionistas” para distinguirlos de los negacionistas.

A ustedes, los participantes en la Cumbre les preguntamos: ¿cómo sabrán cuál de los dos grupos tiene la razón? ¿Qué decisiones van a tomar? ¿Qué criterios utilizarán para tomarlas?

Sólo el futuro dirá quién acertó y quien erró, pero quizás ya en ese momento sea tarde. Es un hecho indiscutible la contaminación del medio ambiente, como la atmósfera, los ríos, los mares y los suelos debido a la intensa actividad antropogénica, que en muchos casos registra niveles alarmantes. La escasez de agua potable es noticia recurrente. La ampliación de los huecos en la capa de ozono está científicamente comprobada. La extinción de especies y la disminución de la población de muchas otras, ocurrida en escasas generaciones, está suficientemente documentada. Todo ello, sin lugar a dudas, tendrá consecuencias sobre la extensa diversidad biológica necesaria para el equilibrio y la sustentabilidad de la vida en la Tierra.

Todavía no se habla de huecos en la biodiversidad, tales como los de la capa de ozono, porque son millones de especies que la forman y mínimas las extinciones ocurridas respecto del total. Pero en la medida en que nuevas extinciones vayan incrementando a las ya sucedidas, la ciencia dará parte de estos hoyos que irán dejando las especies desaparecidas. Cuando estos pequeños huecos se vayan uniendo para ir formando otros cada vez mayores, es posible que sobrevenga un efecto cascada o efecto dominó que desembocaría en un desequilibrio incontrolable y sobrevendría la mayor catástrofe en toda la existencia de nuestro planeta.

El destino de la Tierra no puede dejarse al azar. No es como comprar un boleto de lotería para ver si tenemos suerte y sale nuestro número. Les preguntamos: si ustedes tienen un hijo o una hija que debe viajar a la selva, donde existe el peligro de contraer malaria, si la probabilidad de contagio es de un 50% ¿dejarían que se vaya sin antes vacunarse contra la enfermedad? Estamos convencidos de que su respuesta es negativa, aun si la factibilidad fuese de apenas 10%. Las vacunas son como un seguro. A nuestro planeta también debemos comprarle una póliza, cueste lo que cueste.

Tampoco debería convertirse la discusión en una diatriba entre afirmacionistas y negacionistas. El asunto no puede fanatizarse como si se tratara de un partido de beisbol entre Boston y Nueva York o un juego de fútbol entre Barcelona y el Real Madrid. Tampoco se debe reducir al campo de la economía, porque, ¿de qué nos serviría ella si ya todos estaremos extinguidos? Sería preferible que ustedes actuaran como si la catástrofe global estuviera en marcha a pensar que su llegada es imposible y luego sobrevenga la tragedia.

Los ojos del mundo están sobre ustedes y sus naciones, y serán los responsables ante la Humanidad y la Historia.

Si fallan, ¿qué le van a decir a sus hijos y nietos cuando éstos les hagan preguntas?

Muchachos: yo estuve allí pero no nada dije ni nada hice. No realice mi trabajo porque no presioné suficientemente para que se tome conciencia de que sobre nosotros pende una espada de Damocles. Lo lamento, pero no pude evitar el descarrilamiento climático.

Sandor Alejandro Gerendas-Kiss