Fuente: Foodandtravel.mx

Unos meses después de que publicamos este artículo, en marzo de 2019, sucedieron los incendios de la selva lluviosa del Amazonas. Una tragedia cuyas consecuencias aún no han sido cuantificadas. Las circunstancias que motivaron nuestra escritura hace un año están hoy más vigentes que entonces. Por ello consideramos útil reponerlo con motivo del “Día Internacional de los Bosques 2020. Bosques y Biodiversidad: Demasiado preciosos para perderlos”.

o sucedido en Borneo durante dos décadas ha hecho que la deforestación hostil no sea materia de ciencia ficción. Las consecuencias que sufrieron sus bosques no dejan lugar a dudas, teorías, elucubraciones o tesis negacionistas. Sobre sus causas y causantes tampoco quedan dudas. Lo ocurrido en la tercera isla más grande del planeta, compartido por Indonesia, Malasia y Brunei, es un hecho consumado, la más dura y pura evidencia perteneciente al mundo real. Lean lo de Kalimantan y tendrán una nueva idea del mundo.

El caso Borneo ha debido ser una referencia desde hace tiempo en materia de deforestación de bosques.  La selva del sudeste asiático es una prueba del daño que es capaz de producir la irresponsabilidad, la corrupción y el poder humano. Es asombroso que la humanidad ignore el caso Borneo y permita repetirlo, tal como está sucediendo en el Amazonas, la mayor y más exuberante selva del planeta, y también en otros bosques.

Quien no sepa del caso Kalimantan no tiene la menor idea de lo que le espera a Sudamérica si se autoriza oficialmente el incremento de la deforestación de la gran selva. Esto es lo que ha prometido el recién estrenado presidente del Brasil, país poseedor de las dos terceras partes del Amazonas. Si estas promesas se hacen realidad pudiéramos ver significativos anticipos a los efectos del cambio climático, hasta ahora estimados por la ciencia entre 40 y 60 años.

Sabiendo lo ocurrido en Borneo podemos esperar una catástrofe ambiental similar en el Amazonas, pero de proporciones mucho mayores, probablemente de alcance global. La crisis amazónica devendría en la quiebra del ciclo del agua y en consecuencia de la evaporación, la producción de nubes y lluvias. El fin de la humedad en la selva lluviosa y sus zonas de influencia, como la cordillera andina y la pampa argentina, traería como consecuencia temporadas de sequías no conocidas.

Simultáneamente con la deforestación del bosque, si nos basamos en la experiencia de Kalimantan, los espacios despejados se irían utilizando principalmente para la siembra de soja, palma de aceite, tala de árboles para la industria maderera, cría de ganado y la urbanización de la selva. Pero antes se eliminarían los restos de la deforestación, cuyo método más utilizado es la quema de los residuos vegetales por su bajo costo. Estos incendios, supuestamente controlados, en la práctica muchas veces suelen salirse de control y se extienden por amplias zonas. Estas quemas intencionales se prolongaron por décadas en Borneo, mientras concluía la deforestación, la cual no ha terminado.

El incremento de la deforestación del Amazonas produciría incendios devastadores como los que ocurren casi todos los años en Australia, California y Chile. La superficie de la selva del Amazonas es diez veces mayor que la de la selva asiática y por ende su zona de influencia también es mucho mayor. En el escenario que se vislumbra el desastre alcanzaría a los tres subcontinentes americanos. En este caso Suramérica, Centroamérica y Norteamérica asistirían a una aguda reducción de precipitaciones, disminución del caudal de sus ríos y escasez de agua potable. Las cadenas de fuegos pudieran propagarse desde Brasil hasta la Patagonia por el sur y hasta Canadá por el norte, obviamente pasando por los países centroamericanos. En esta amplia banda, que cruza ambos hemisferios, pudieran perderse decenas de miles de vidas, viviendas y especies animales y vegetales.

El llamado pulmón del mundo tiene entre sus funciones la capacidad de extraer grandes cantidades de dióxido de carbono de la atmósfera. La combinación de la tala masiva de árboles con la proliferación del humo de los incendios aumentaría el efecto invernadero y el calentamiento global.

La Amazonia tiene cerca de siete millones de Km2. Es doce veces el tamaño de España. La gigantesca selva lluviosa pudo desarrollarse gracias a sus humedales y zonas pantanosas. Posee 80 mil clases de árboles, 140 mil especies de plantas y 20% de las otras especies del mundo, lo cual la hace acreedora de la mayor biodiversidad de la Tierra.

Incrustado entre sus bosques, como una gran serpiente, el río Amazonas atraviesa de lado a lado la parte más ancha de Suramérica. Es el torrente más largo y caudaloso del planeta, con un 15% a 20 % del total de reservas de agua dulce del mundo.

La superficie de la selva se ha reducido en un 20% desde que se inició la deforestación en 1970. En apenas 50 años se fue la quinta parte de la obra que a la naturaleza le tomó construir con paciencia durante millones de años. En algunos puntos de Brasil la deforestación sobrepasa el 40%, como es el caso de la región de Rondonia. Entre el 2000 y el 2013, Perú perdió un promedio de unas 110.000 hectáreas de bosques por año, equivalentes a diecisiete campos de fútbol por hora.

¿Ha sido declarada la selva del Amazonas patrimonio de la humanidad? En 2011 fue declarada como una de las siete maravillas naturales del mundo, pero como un bien natural en su totalidad aún no. Sin embargo, ciertas zonas, destacadas por su majestuosidad y belleza sí lo han sido. Es el caso del salto Ángel, la cascada más alta del planeta, situada en el parque nacional Canaima, Venezuela, fue declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco, en 1994.

Sin embargo, debido a su tamaño, funcionamiento y capacidad reguladora del clima del planeta, la Amazonia es patrimonio de la humanidad de hecho, lo cual debería impedir decisiones unilaterales de los gobiernos sobre la suerte de la selva, pues se estaría jugando nada menos que la vida en la Tierra.

La Amazonia es compartida por nueve países. Por orden de mayor a menor superficie son: 1. Brasil, 2. Perú, 3. Colombia, 4. Venezuela, 5. Bolivia, 6. Ecuador, 7. Guyana, 8. Surinam, 9. Guayana Francesa. Brasil posee cerca del 65% del total, Perú el 11% y Guyana Francesa apenas el 1%.

¿Son estos nueve países los dueños de la Amazonia? Por supuesto que sí, ya que todo lo que se encuentre dentro de los territorios de un país le pertenece. En el caso de la selva del Amazonas, que accidentalmente se encuentra dentro de sus límites, deberían actuar con responsabilidad y en vez de permitir la tala hostil de sus árboles, tendrían que asumir las funciones de guardabosques al servicio de la humanidad y garantizar la preservación de lo que se encuentra en sus territorios.

¿Puede uno o varios gobiernos de estos nueve países disponer del futuro de la vida en la Tierra? Tal parece que sí, aunque no debería de ser de este modo, por todo lo antes dicho.

¿Se puede impedir la destrucción de la selva del Amazonas? Hasta ahora parece que no. Los países deforestadores aluden a la soberanía nacional cada vez que sienten que alguna institución, organización u otro ente hace alguna denuncia o trata de detener la destrucción.

Sandor Alejandro Gerendas-Kiss